viernes, 10 de octubre de 2025

Elias Canetti y la otra masa

 

Elias Canetti estudió exhaustivamente la masa. No me refiero a ese personaje iracundo, destructivo y ciclópeo de la editorial Marvel, bautizado como Hulk  por Stan Lee y Jack Kyrby, que surgió tras la reacción radiactiva que padece Bruce Banner: un bioquímico pacífico, sosegado, que a causa del accidente se convierte en un monstruo de fuerza descomunal, prácticamente indestructible, eso sí, sólo cuando, por cualquier contingencia, su capacidad para aguantar injusticias o contrariedades llega al límite.

Hulk vendría a ser un Mr.Hyde de la modernidad, pero sin moralismo victoriano. Digamos que Hulk (En España,“La masa”) es el Hyde de causas nobles.

Devoré en mi juventud todo lo que llegaba de la Marvel gracias a la mexicana Editorial Novaro, que aquí publicaba y distribuía en blanco y negro, en libros de media cuartilla encuadernados a la americana, las aventuras de sus héroes y villanos.  Pero yo estaba referiendo, claro está, a la magna obra del escritor alemán titulada “Masa y poder” publicada en 1960, un par de años antes del primer ejemplar de “Hulk”. 

Canetti invirtió 35 años de su vida en estudiar con denuedo y persistencia intelectual el fenómeno de la masa humana relacionándola, además, con el poder social, político o religioso, de modo que si queremos entender lo que nos dice es necesaria una complicidad esforzada hacia el trabajo honesto del autor.

Mi experiencia lectora con este libro ha sido como pedalear en un camino de constantes desniveles, con puertos de categoría especial, desniveles vertiginosos y plácidos llanos. 

No estamos ante una redacción compleja, oscura, casi escatológica que algunos intelectuales gustan utilizar tan solo por epatar. Canetti escribe limpio y claro, y su sintaxis es inmaculada. Sin duda, la excelente traducción de Horst Vogel habrá captado perfectamente ese estilo elegante, contenido, pulcro y sin alharacas del que hace gala el premio Nobel de literatura alemán.

Quiero decir que es tal el interés del autor por mostrar sus hallazgos y llegar al fondo del asunto, que en ocasiones, en aras de la exposición de sus ideas, la infinidad de datos antropológicos recopilados en las fuentes eruditas de investigadores de las más lejanas culturas, redundan y el lector –este que ahora escribe- debe cambiar de plato y de piñón hasta culminar algunos capítulos, aunque después se agradece el viento en el rostro en los primeros metros del descenso a tumba abierta.

Descuiden, que no voy a desgranar el libro. Siempre he pensado que la tierra es para el que le trabaja, de manera que quien quiera cosecha que se ponga al tajo. Aunque les parezca de mala educación,  traje a Elias Canetti a este espacio para reprocharle un vacío imperdonable en "Masa y poder"

Para el alemán la masa es la cohesión humana hacia un objetivo concreto que proporciona entre sus miembros una sensación de igualdad, valentía y arrojo con los que superar límites que de manera individual ni tan siquiera se plantearían. Quienes forman parte de la masa se reconocen iguales en una voluntad compartida libre de jerarquías.

Cuando un sujeto se integra en una masa se desinhibe, se torna impulsivo, sus emociones prevalecen sobre la razón y hace todo lo posible por aportar su incondicional activismo para con la supervivencia del grupo. Igualmente, Canetti establece varios tipos de masa según su estructura, contenido o metas o incluso según la rapidez con la que son capaces de formarse.

 Pero a pesar de que el abanico que despliega es amplio y se detiene en analizar minuciosamente todas y cada una de las variantes, Elias Canetti somete al olvido a una tipología de masa que pervive desde hace décadas, a diario, en todas y cada una de las grandes ciudades del mundo occidental. Esa masa protagonizó en su momento grandes transformaciones en la Historia moderna y contemporánea, pero la posmodernidad tras las dos grandes guerras la ha convertido en algo muy diferente.

Por eso, en su descargo, podríamos argüir que debido al contexto temporal en el que Canetti investigó y publicó su libro, no pudo observar con claridad la metamorfosis social que se nos venía encima. Quizás la intuyó, pero eso nunca lo sabremos.

Y es que las masas compuestas por los trabajadores del mundo civilizado que protagonizaron en su momento dos grandes revoluciones y pusieron en jaque la explotación del libre mercado ha devenido en ríos ingentes de seres humanos alienados que discurren sobre el asfalto desde antes del amanecer, a diario, conduciendo sus propios vehículos hacia sus puestos de trabajo, dóciles, con la paciente amargura de quien se ve obligado para subsistir destinar los primeros y los últimos momentos del día entre sus congéneres, iguales en la enajenación brutal y despiadada del tumulto esclerotizado que forma la gran masa de los embotellamientos proletarios, eternos en su cotidianidad esclavizada, inconscientes del poder que contiene esa grandiosa cantidad de hombres y mujeres de la que forman parte que, embutidos en sus automóviles, alivian sus pesares y sus tribulaciones con la radio, el Spotify o el horizonte del próximo fin de semana frente la última serie de Netflix.

En este sentido, si sobre el asfalto de las conurbaciones de los grandes núcleos urbanos discurren como hormigas cientos de miles de trabajadores en fatal coincidencia horaria, no es menos asombroso el ejército proletario que comparte un centímetro cuadrado de espacio en los vagones de los trenes de cercanías, del metro o de los autobuses.

Miles de obreros son hacinados por las autoridades a diario en medios de transporte infames que son transportados hacia sus lugares de trabajo como si fueran animales, sin el más mínimo rastro de voluntad hacia su comodidad, sin respeto hacia sus personas, sin pensar ni medio segundo en el confort razonable que requieren y merecen quienes ponen en marcha el país a diario a cambio de salarios míseros, gracias a los cuales se pegan la gran vida unos cuantos mientras pontifican como sumo sacerdotes de la verdad social que el trabajo dignifica.

Pero no hay ni un ápice de dignidad en someter a millones de trabajadores a esas condiciones. Sólo hay interés en subordinar o en rendir; en domar, humillar y anular la voluntad de la mayoría de la población desde primera hora del día y hasta el final de la jornada, cuando al salir del trabajo, aparentemente libre de obligaciones, aliviado tras las horas de esfuerzo mal pagado, vuelve uno a la pesadilla del vagón abarrotado, sin lugar donde sentarse, soportando olores e incomodidades mientras se refugia en  sus  dispositivos celulares con tal de no observar en los semejantes la mueca propia de bestia domada.

Algún día, en alguno de esos vagones abyectos, o en el cuarto carril de alguna autopista urbana, se producirá una reacción radioactiva encadenada, y la masa amorfa, mansa y sumisa que soporta sin decir nada esa vida de mierda, resurgirá con toda la fuerza que contiene. Y yo espero formar parte, como un igual, liberado de inhibiciones, alentado por el propósito de la emancipación, y que así sea.

viernes, 3 de octubre de 2025

Política Dory

 

La memoria política colectiva de nuestro presente se ha ido empequeñeciendo tanto que a día de hoy el recuerdo de lo que sucedió hace un mes se podría embutir perfectamente en el calcetín de un recién nacido. En el tiempo en que internet nos ha puesto al alcance de la mano una hemeroteca universal es el tiempo en que más y mejor se engaña a los ciudadanos.

En cuestión de dos días, alguien que negaba con rotundidad por enésima vez la amnistía a los secesionistas catalanes anunció que los amnistiaba; alguien que cultivó la amistad de mafiosos de la droga, se postula para presidir el gobierno de la octava economía del mundo, sin impedimento ni rubor; alguien que no ha dado palo al agua en su vida, que ha vivido a cuerpo de rey gracias a los Presupuestos Generales del Estado, interpela a la España que madruga y amenaza a media España con retirarle la “paguita”, y consigue de ese modo aumentar la intención de voto en las encuestas; alguien muy cristiano, de misa semanal, que pidió formalmente la creación de un estado palestino, hoy confiesa que sueña con que Israel arrase Gaza.

Estos son sólo algunos ejemplos diversos y plurales, como gusta en decir la izquierda en la actualidad. En Cataluña, en España, entre sus dirigentes y algunos militantes, la jivarización de su capacidad nemotécnica también ha ido evolucionando de un modo sorprendente hasta conseguir que ese rincón de su cerebro donde se almacenan los souvenirs de sus experiencias haya menguado tanto que llevan camino de competir con Dory.

De hecho, cuando se desencadenó el llamado procès, ningún dirigente político catalán o del resto de España recordaba que su principal instigador, a la sazón Artur Mas, les había desalojado de las calles del movimiento 15M a porrazos y con balas de goma, tanto a ellos mismos como a la gente harta ya de degeneración política y de recortes; o que ese sujeto convergente, falso, taimado, infame y gris que es Jordi Turull, solicitó desalojar a patadas a los indignados, que para el convergente eran “esa gentuza que ensucia nuestras plazas”; o que el partido que puso la maquinaria propagandística secesionista en marcha con el dinero de todos estaba condenado por corrupción sistemática organizada, que perpetró durante décadas con total impunidad; o que la legislación autonómica a lo largo de los años convergentes benefició siempre a las clases privilegiadas y perjudicó a los más humildes; o que Jordi Pujol –indecente ladrón de lo común, tanto de día como de noche- se sentó a fumar un puro con José María Aznar en el Hotel Majestic; o que Convergencia i Unió, principal impulsor del procès, fue un instrumento político con el que se  integraron masivamente las élites franquistas catalanas al nuevo marco constitucional…

Aun así, a excepción de los políticos de la generación que sufrió el franquismo, o que vivieron la transición, como Joan Coscubiela o LluísRabell,  tanto dirigentes de los partidos de izquierda, como muchos de sus militantes y simpatizantes o periodistas y tertulianos en la órbita roja catalana y del resto de España, a priori mantuvieron una equidistancia prudente y  al poco solicitaban sin reparos el cacareado derecho a decidir y apoyaron la celebración de un referéndum pactado. Con el suceder de los acontecimientos, muchos terminaron por acudir a votar al referéndum ilegal del 1 de Octubre -también llamado referéndum fake-  con el argumento infantil e irrisorio de que en realidad era un voto contra Mariano Rajoy el PP.

Fueron muy difundidas las imágenes de Xavier Domènech, cabeza de lista de En Comú Podem - la lista electoral heredera de Iniciativa per Catalunya els Verds y del PSUC- llorando a lágrima viva en una manifestación la detención de los llamados Jordis (Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, dos dirigentes secesionistas en la órbita convergente ) acusados de sedición por promover el asedio a la Consejería de economía el 20 de septiembre de 2017.

Al hilo del rastro seco de las lágrimas soberanistas, el celebérrimo Pablo Iglesias, por aquel entonces líder de Podemos, partido considerado la vanguardia de la izquierda española, declaró públicamente en un tweet: La dignidad y la coherencia se demuestran en los momentos difíciles. Orgulloso de caminar a tu lado.” Poco después ambos sellarían públicamente, en sede parlamentaria, su recíproca estima con un beso en los labios.

Por su parte Irene Montero, exmilitante de Juventudes Comunistas de España, y por aquel entonces diputada rasa por Podemos en el Parlamento español, sensible ante el llanto de solidario del diputado catalán, declaró igualmente en un tweet que “Xavier Domenech 
nos recuerda hoy por qué estamos aquí. Firmes defendiendo la democracia con brillo en los ojos y todo corazón”

La cercanía de Podemos con el secesionismo convergente no conoció límites.  Unidas Podemos, a través del dirigente Jaume Asens pidió "perdón" en rueda de prensa celebrada en el Congreso de los Diputados a los nueve condenados por el 'procés' ante el retraso en la concesión de los indultos y reivindicó que la medida de gracia no implica "debilidad" sino la "fortaleza democrática".

Asens también apeló a la política de la empatía y a desterrar la venganza. Incluso se  atrevió a afirmar que “estamos ante los indultos con más legitimidad democrática de la historia”, ni más ni menos, aunque “no son la solución al conflicto catalán”. Algo así como “el frotar se va acabar”

Agustín Santos Maraver, diplomático de carrera, actualmente diputado electo de SUMAR, considerado número de 2 de la ministra de Trabajo y Vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, afirmó en el blog “Sin Permiso” con el pseudónimo Gustavo Buster que “El referéndum del 1 de octubre, pase lo que pase en los próximos días y semanas, será recordado, y no sólo en Cataluña, como una de las jornadas más espectaculares de lucha pacífica de la población por el derecho a la autodeterminación, y en contrapartida, también como una de las más contundentes represiones de las fuerzas policiales contra los derechos de reunión, expresión y voto". Ahí queda eso.

Al llegar Octubre, unos pocos nostálgicos catalanes de los sucesos que tuvieron lugar en el otoño de 2017 intentan llamar de nuevo a filas para retomar aquellos momentos de gloria y batalla, de jaque al Estado. Otros pocos sencillamente lo evocan, y la gran mayoría de aquellas miles de personas que se movilizaron, o bien expresa su enfado con los dirigentes que les engañaron o siguen con sus vidas arrastrando en silencio el peso de haber sido utilizados para la mayor campaña de marketing político nunca vista en Europa desde el ascenso de Hitler al poder.

La política hoy día es vertiginosa. La lucha encarnizada entre los partidos por ganar la iniciativa y establecer el marco de debate provoca un vaivén constante y un cambio acelerado del contexto, y por tanto de la actualidad. Todo es susceptible de utilización propagandística; todo es apto como arma arrojadiza que lanzar al adversario. Y cuando cambian las circunstancias, los socios se convierten en enemigos y los enemigos pasan a sentarse en el sofá de casa. Por eso la memoria no cotiza. Ya lo decía la pequeña Dory: “Ríndete viejo, esto es evolución, nací para ser veloz”

En los últimos meses Convergencia Democrática de Catalunya, ahora llamada Junts per Catalunya, han pasado de ser considerada vanguardia revolucionaria y aliada de la izquierda, al  partido conservador que siempre fue, corrupto, cutre, filofascista, xenófobo, nacionalcatólico y supremacista por obra y gracia del partido en el que militan quienes lloraban a lágrima batiente la detención de algunos de sus líderes.

El guindo es un árbol que suele crecer en el margen izquierdo de la política. Todavía hay quienes se están cayendo igual que cerezas rojas maduras al observar, pasmados, como los convergentes, otrora poco menos que trotskistas, votan una y otra vez junto al PP y VOX en contra de leyes fundamentales para el desarrollo y consolidación de los derechos de los trabajadores y del estado del bienestar.

Convergencia, la misma que luchó por la secesión y que mantiene como líder a quien proclamó la República Catalana de los ocho segundos,  ha impedido con sus siete votos la revalorización de las pensiones, las ayudas al transporte, una ley de extranjería justa, subir el impuesto a las empresas energéticas, todos los decretos anticrisis, el aumento del 9% del ingreso mínimo vital, la jornada de 37,5 horas, el paquete de ayudas por la DANA, la deducción del IRPF por compra de vehículos, ayudas a la compra de bicicletas eléctricas, el impuesto a los cigarrillos electrónicos, la regulación del precio de los alquileres de vivienda, la suspensión de los desahucios en hogares vulnerables, la prórroga de las deducciones por obras de eficiencia energética, prórroga de la prohibición de corte de suministro eléctrico a los hogares vulnerables … y lo que te rondaré hasta que finalice la legislatura.

Todavía se escucha el rechinar de dientes, el rasga rasga de camisetas moradas y del algodón de las camisas blancas que visten los tertulianos afines tras comprobar en Cataluña y en Madrid que, ¡Oh, sorpresa! Convergencia JuntsxCat  es y ha sido siempre un partido conservador, de base burguesa nacionalcatólica, racista y xenófobo que, tras engañar a sus fieles más hiperventilados, ha dado a luz a la Aliança Catalana de Silvia Orriols, quien no tardará en ocupar su espacio político gracias a los mismo votos que cosechó Pujol, Artur Mas y Puigdemont.

Retengan si pueden, por favor, en su memoria, esto que pronostico, porque las últimas encuestas ya muestran un trasvase masivo de votos de Junts y la CUP -¡otra chorprecha!- al partido de la pujante Orriols. Ya veremos lo que ocurre. Yo, por mi parte, voy a seguir el consejo de la pequeña Dory.  
Cuando la vida te supera, ¿sabes qué hay que hacer? ¡Hay que seguir nadando!" 

lunes, 22 de septiembre de 2025

El perfume de Amalia

El pasado mes de mayo se estrenó la película “Una quinta portuguesa”, escrita y dirigida por la valenciana Avelina Prat e interpretada por Manolo Solo, Maria de Medeiros, Rita Cabaço y Branka Katic. Se presenta durante estos días en la sección oficial de largometrajes del festival de cine de Málaga, pero ya se puede ver en la plataforma Movistar. Está nominada a la Biznaga de Oro a la mejor película.

No tengo ni idea sobre las posibilidades para hacerse con el galardón, o con algún otro premio en distintos certámenes, pero lo que puedo decir es que agradezco profundamente el trabajo de todas y cada una de las personas que han formado parte del equipo de esta maravillosa historia.

Vivimos un tiempo extraño, incierto, a menudo sobreactuado, rebosante de hipérbole, dominado por la mentira y el exabrupto, sometido a la vulgaridad y enredado en el permanente enfado, donde prevalece la fealdad, la desproporción, el triunfo de lo desagradable y la notoriedad del mediocre. Son éstos años en que los estrambotes dan lecciones de moralidad, la grosería se ha adueñado del discurso, lo grotesco deviene en normalidad y el asesinato de inocentes abrasa nuestra conciencia mientras los gobiernos juegan al Risk.

La sucesión de días y días en esta tesitura va conformando una especie de densidad viscosa de la realidad cuyo peso me hunde, me ahoga y acaba por agotar por momentos mis reservas de optimismo, las provisiones de autoconciencia de bienestar, esa despensa bien provista del convencimiento que he acopiado durante años gracias al cual creí ser un ser privilegiado que tenía la fortuna de vivir el mejor momento moral de la historia de la humanidad.

Y el azar de una tarde lluviosa de domingo me llevó a “Una quinta portuguesa”, una historia cinematográfica de la que me gustaría formar parte, introducirme de polizonte subrepticiamente para poder vivir entre personas buenas -o buenas personas- encerrado por siempre en sus fotogramas; respirar el aroma del huerto y el jardín de la Quinta de los Almendros Blancos, el olor a la tierra con la que trabaja Manuel, o quizás, por qué no, el perfume de la dulce Amalia y los vapores de los guisos de la jovial Rita.

No hay nada en “Una quinta portuguesa” que se parezca a este tiempo. Ni siquiera pesa la muerte, tan presente en la historia. Todo es ligero, todo sonríe, eso sí, sin carcajada, apenas, a veces, un gesto sutil, como una insinuación, quizás porque todo es amable y no hay estridencia. Las imágenes respiran bondad, delicadeza, amor por los hombres y por la belleza. Incluso la pesadumbre inicial de Manuel, o la incertidumbre cuando el conflicto se desencadena, fluye sin ostentación dramática, con la naturalidad y la contención que tanto echo de menos y -creo- tanto necesitamos.

Eso no significa que las criaturas que viven sus años de vida dentro de las dos horas de la película hayan gozado de una existencia fácil, porque en “Una quinta portuguesa” hay incertidumbre, desasosiego,  desamor, desconcierto vital, conflicto humano y crisis existencial. Sin embargo, la inteligencia emocional de esas criaturas, su posición moral y vital ante las dificultades de sus existencias les ayuda a salir adelante gracias, entre otras cosas, a la confianza recíproca y a la bondad, la voluntad cordial de hacer algo por los demás.

Vean “Una quinta portuguesa”. Yo la vi ayer, y les aseguro que hoy camino algo más ligero y sin tanta dificultad para respirar.  

 

miércoles, 10 de septiembre de 2025

El año de Alien (una reflexión sobre la estrategia sociodiscursiva de la extrema derecha)

 


El filósofo alemán Karl Jaspers bautizó como Axial el periodo que transcurre entre el año 800 y 200 antes de nuestra era en el que se configuró una misma línea de pensamiento tanto en Oriente como en Occidente a través de la aparición durante seiscientos años de la obra de pensadores tan distantes como Confucio, Siddharta Gautama, Heráclito, Zoroastro, Sócrates, Platón, Parménides o los llamados profetas hebreos. Jaspers afirmaba que todo lo concerniente a lo humano, tal y como lo conocemos, nació durante esos seis siglos.

El año 1979 no fue axial, pero fue extraordinariamente importante en la historia contemporánea, porque confluyeron en él algunos hechos que marcarían el devenir de las décadas posteriores.

Margaret Thatcher ganó las elecciones en Gran Bretaña y se convirtió en la primera mujer en la historia que gobernó este país. Tras meses de conflicto social y de manifestaciones masivas en las calles de Teherán, el Sha huye de Irán y triunfa la revolución islámica bajo el mando del Ayatolah Jomeini. Por añadir el elemento local, en España celebramos nuestras primeras elecciones legislativas después de que Franco acabase con la II República, de manera que nuestro país se incorpora en 1979 al exclusivo grupo de democracias parlamentarias liberales.

No menos importante es el lanzamiento al mercado del walkman de Sony, el primer dispositivo electrónico móvil individual y físicamente vinculado al cuerpo humano gracias al cual las personas podíamos escuchar música privadamente, aislándonos completamente de nuestro entorno inmediato. Es el homo antecesor del móvil.

Los hechos acaecidos durante 1979 y consignados aquí configuraron nuestro presente. Pero para completar el cuadro axial es necesario incluir el estreno mundial del clásico de Ridely Scott, “Alien, el octavo pasajero”.

Alien vino para quedarse, como mascota de Thatcher y a Ronald Reagan, un actor mediocre, con poca sesera, que se convirtió en el 40 presidente de los Estados Unidos dos años después de la victoria de la llamada Dama de hierro. Ambos fueron protagonistas en primera persona de la revolución neoliberal denominada TINA (There is no Alternative) asentada sobre las recetas de los economistas de la Escuela de Chicago, que ha triunfado en el mundo entero. La victoria de TINA ha sido de tal envergadura, tan aplastante, que tras la caída del comunismo soviético se dio por finiquitada la Historia.

Apenas queda resistencia en Europa, Norteamérica o Hispanoamérica, con algún que otro gobierno como el español, que persiste en la fórmula socialdemócrata y se afana como puede en aplicar políticas sociales y favorecedoras del estado del bienestar. Tal es el encono y la furibundez de la ofensiva neoliberal, cuyos estrategas y adláteres dan por amortizada la democracia y las instituciones sobre las que se asienta, que la izquierda clásica, ahora reconvertida a woke, ha devenido en la defensora a ultranza de los valores de la democracia parlamentaria liberal, un sistema de gobierno y de convivencia hasta no hace mucho tildado de burgués y reaccionario por sus cuadros y militantes.

Tenemos que recordar al añorado Julio Anguita recorriendo España hace apenas un par de décadas con su crítica furiosa al tratado de Maastricht. Hoy, los partidos a la izquierda del PSOE, herederos ideológicos del Califa, tachan de fascista a quien posicione sus ideas fuera de la Unión Europea.

Tal es la fuerza y la eficacia con la que ha actuado el neoliberalismo que ha desplazado toda la geología política a la derecha con inusitada violencia tectónica, provocando que la izquierda se coloque en el estrato donde antes se ubicó la socialdemocracia, ésta a su vez en el que se instalaba el centroderecha democratacristiano y la derecha conservadora liberal en el que habitan ahora los Milei, Trump, Orban, LePen, Meloni, Abascal, Ayuso y Núñez (Feijoo), cuyos postulados eran considerados fósiles no hace mucho.

¿Cómo se ha podido producir este fenómeno? ¿Nos ha pillado por sorpresa? ¿Alguien lo veía venir? Y si era así ¿por qué no se le escuchó? ¿No eran los valores de las democracias liberales occidentales la base incólume de unas políticas que garantizaban la educación de sus ciudadanos en el bien común, la moral, la libertad, la dignidad y el progreso? ¿No nos aseguraba in illo tempore esa educación global la hegemonía del bien, la victoria frente a la barbarie y ante la regresión? ¿No será, quizás, que la economía de libre mercado que las sustenta produce monstruos?

1979 marca no solo una frontera político económica, sino también moral. Maggie, la amiga íntima del dictador y asesino Augusto Pinochet y de Ronal Reagan, dio el primer paso, decidida a acabar con el bienestar de la mayoría, hacer añicos cualquier vestigio de comunitarismo progresista, derogando paso a paso derechos conquistados para proteger los privilegios de unos pocos.

Tal y como explica Josep Fontana en “El siglo de la revolución”, “Thatcher dirigía una campaña cultural que tenía como objetivo transformar la educación, con empeño especial en la enseñanza de la historia imponiendo unos programas unificados de los que quería eliminar cualquier rastro de la vieja historia progresista. Ella misma definió sus objetivos ante la cámara de los Comunes: << En lugar de enseñar generalidades y grandes temas ¿por qué no volvemos a los buenos tiempos de antaño en que se aprendían de memoria los nombres de los reyes y las reinas de Inglaterra, las batallas, los hechos y todos los gloriosos acontecimientos de nuestro pasado? >> , lo cual era coherente con lo que dijo en 1987: << No existe  eso que llamamos sociedad >> ”

Poco después cae el muro de Berlín y se produce el colapso y el big bang soviético, con la consiguiente derrota ideológica del contrapoder al capitalismo. Las formaciones políticas -sobre todo europeas- que constituyeron la base activa y el baluarte del estado del bienestar, poco a poco se quedan sin referente, se desideologizan y caen en la trampa de la diversidad que tan bien ha explicado Daniel Bernabé en el libro homónimo, renunciando a la lucha de clases y priorizando otras causas.

Tanto es así que, tal y como afirma el periodista Pedro Vallín, la generación actual de dirigentes, heredera de aquella tradición política marxista, asume sin problemas el liberalismo como entorno sociopolítico incuestionable, porque han crecido y se ha educado en él, porque son sus hijos legítimos.

La cosmovisión Occidental

No es un reproche, es la constatación del triunfo del capitalismo que ha operado a lo largo de casi doscientos años y se ha constituido en cosmovisión cultural hegemónica. ¿Qué significa esto? Significa, ni más ni menos, que toda actividad humana en Occidente, es decir, el espacio geopolítico predominante en el mundo, se rige de un modo automático con la lógica de la economía de mercado en todos y cada uno de los seres humanos que lo habitamos. En lo social y en lo cultural, el capitalismo es para todos nosotros equivalente al acto reflejo de respirar.

El filósofo francés Marcel Cano lo explica mucho mejor que yo en su ensayo recogido en el libro “Robótica, ética y política” de la editorial Icaria, un compendio de textos a cargo de Norbert Bilbeny: “Como seres mortales, vulnerables y sometidos a jerarquías sociales tenemos la necesidad de que la conciencia del sufrimiento, el dolor y la vulnerabilidad se enmarquen dentro de un universo coherente que dé razón de ellas. Para realizarlo nuestra principal baza es contar con cosmovisiones, es decir, con cajas de herramientas simbólicas que nos permiten definir nuestra compleja relación con los demás y con nosotros mismos. La cosmovisión es la caja de herramientas simbólicas de cada cultura, de manera que cada una tiene la suya. La cosmovisión tiene una estructura profunda narrativa anclada en un metarrelato que juega el mismo papel que el suelo sólido donde reposan nuestras certezas, lo que incluye los elementos esenciales para entender nuestra acción y nuestra forma de pensar, que es algo que nos viene dado”. Wittenegstein  lo llama ‘forma de vida’

Para Cano, si somos capaces de detectar el metarrelato conoceremos “el substrato profundo en el que adquieren coherencia nuestras maneras de actuar y de pensar”. El filósofo ubica el inicio de la transformación cultural que lo genera en el Renacimiento, de modo que estamos ante una cosmovisión que la humanidad en Occidente ha ido construyendo, para bien y para mal, a lo largo de siete siglos. Poquita broma.

El capitalismo, la economía de libre mercado y en último extremo el neoliberalismo podrían o no haber sido la fase ulterior, la consecuencia lógica a ese devenir histórico desde que Pico della  Mirandola empezase a introducir en nuestra caja  de herramientas simbólicas conceptos tales como que somos dueños de nuestro destino; o desde que Galileo Galilei y Nicolás Copérnico constatasen el heliocentrismo, trasladando así el protagonismo de Dios al hombre. A partir de entonces, el hombre es el centro de todo, dueño y señor de la creación. Quedaba inaugurado el antropocentrismo.

Los movimientos histórico políticos vinculados a sus correspondientes transformaciones en el pensamiento ( o a la inversa) que se dan desde entonces hasta nuestro presente podrían haber sido diferentes. Quiero decir que nada es inamovible, nada sucedió o sucede porque esté escrito, pero así sucedió, hasta llegar a la buena de Maggie, a Ronald Reagan, a Milei, Trump, Orban, LePen, Meloni, Abascal, Ayuso y Núñez (Feijoo), productos, todos, de una cosmovisión cultural determinada ubicada en el tiempo y en el espacio, en la que el antropocentrismo juega un papel fundamental.

¿Puede el capitalismo no ser dañino?

El materialismo histórico explica muy bien esos movimientos históricos, que se deben a la lucha de clases, a la pugna por la posesión de los medios de producción. Que el capitalismo ha ganado la penúltima batalla no hay nadie que lo niegue. El historiador Josep Fontana, en “El siglo de la revolución”, recoge la cita del economista Joseph Stiglitz, quien afirma que “la desigualdad no es una característica inevitable del capitalismo, sino que es el fruto de la forma en que los ricos lo han adulterado para prevenir la competencia y proteger su poder político y económico; algo que podría resolverse con un sistema fiscal adecuado con el que recaudar dinero mejorar la marcha de la economía y enfrentarnos a la desigualdad y la amenaza de una catástrofe medioambiental

(En este sentido, es muy extraño y sospechoso que permanezca bajo un manto de opacidad y silencio un libro fundamental de Adam Smith, considerado el santo padre del libre mercado,  canonizado por las huestes neoliberales. Se trata de su “Teoría de los sentimientos morales”, una obra sorprendente por cuanto su autor critica sin reparos y de modo rotundo la ambición, el egoísmo, la injusticia, la explotación, la esclavitud, la especulación, y el monopolio… y toda la serie de vilezas que se cometen en aras de la libertad de mercado y que han propiciado los legisladores, a lo largo de los años, en beneficio de una minoría. De modo que si se atiende a aquello que dijo Karl Marx de “yo no soy marxista”, Smith debería decir yo no soy capitalista.)

Fontana, en el mismo capítulo, cita a los economistas Shimshon Bichler y Jonathan Niztan, quienes sostienen que “el capitalismo no es un modo de producción, sino un modo de poder.” No sé si en realidad se trata de un modo de poder que actúa y se perpetua con un determinado modo de producción.

Sobre "Trumpismo discursivo" de Laura Camargo

Quien no es capitalista, de ningún modo, es Laura Camargo Fernández, una sociolingüista madrileña afincada en Mallorca, profesora de lengua en la Universitat de les Illes Balears. Camargo ha escrito un libro necesario, de urgente e imprescindible lectura, titulado “Trumpismo discursivo” publicado por la editorial Verbum, en el que desmenuza con esmero y detenimiento la estrategia de comunicación de lo que ella llama el neoliberalismo autoritario -y no fascismo- pues, según la autora, a pesar de que los objetivos y la estrategia de sus respectivos protagonistas tengan puntos en común, los tiempos y las formas y el contexto no son equivalentes.

Quiero hablar de este libro porque creo que es de gran utilidad social y política, porque urge saber cómo trabajan aquellos que pretenden destruir la democracia y sus instituciones. La obra de Laura Camargo supone poco menos que el descubrimiento de la clave Enigma, con la que los nazis intercambiaban en la segunda guerra mundial información sensible para hundir la flota aliada.

Y es que Camargo establece los patrones discursivos de la internacional reaccionaria, sus objetivos, sus gramáticas, los contextos en los que deciden actuar comunicativamente, la eficacia en la utilización de las redes sociales, que son su hábitat natural, donde mejor se mueven.

Tal y como muestra en su libro, los contenidos de ultraderecha son hegemónicos en todas y cada una de las redes sociales. Según Digital News Report, la audiencia de contenidos en España se reparte un 30% en YouTube, un 21% en Instagram, un 27% en Facebook, un 17% en Tik Tok y un escaso 23% en medios convencionales como diarios, informativos de televisión y radio.

Sólo hay que sumar para llegar a conclusiones muy sencillas y al mismo tiempo desalentadoras. Según explicó hace unas semanas en La Vanguardia el spin doctor y exjefe de gabinete de Pedro Sánchez, Ivan Redondo, si se convocasen ahora elecciones en España y sólo votasen los menores de 30 años, VOX ganaría por diez puntos en todas las circunscripciones.

La lingüista explica que el neoliberalismo reaccionario está arrasando utilizando sistemáticamente el bulo, la amenaza abierta y desinhibida y la incorrección política. Se presentan siempre como antielitistas o anti stablishment aunque pertenecen a él. Apelan a la emoción y provocan la polarización. Exageran hasta la hipérbole, banalizan los valores democráticos y ofrecen siempre al electorado y a la audiencia chivos expiatorios. Son maestros en ridiculizar al adversario, en la utilización del sarcasmo, en el uso de expresiones vulgares. Su sintaxis es paratáctica, es decir, simple, sin oraciones subordinadas, con adjetivación repetitiva. La finalidad de todo ello es la provocación, la crispación, el escándalo, la polarización y la viralización.

Además, “fruto de la intermediación de las redes sociales, el personalismo y la concepción de la política como espectáculo se ha producido un desplazamiento discursivo en la comunicación política”. Este fenómeno se ha definido como pseudopolítica, que “implica un cambio de enfoque de los debates políticos hacia la creación de narrativas que funcionan más como entretenimiento que como discurso político informado. La pseudopolítica se centra en la personalidad de los líderes, en lugar de sus propuestas. Esto lleva a juzgarlos más por su carisma y habilidades mediáticas que pos sus capacidades o ideas

Con todo, Laura Camargo da con el mecanismo de una estrategia ganadora. Coloca en el centro de todo ese engranaje a la confusión como principal finalidad del discurso de la extrema derecha, alimentada, eso sí, por la viralización, la deslegitimación del adversario, el escándalo y la polarización.  El código domina sobre el contenido, la especulación sobre la transmisión, los bulos sobre los hechos. Ha nacido el trumpismo discursivo”

La profesora Camargo, además, nos ofrece muy esquemáticamente la clave del funcionamiento de la propaganda autoritaria partiendo del pensador Jason Stanley, quien la cifra en cuatro ejes: Exclusión, apariencia de contribución legitima al debate, socavamiento de  la razonabilidad y finalmente erosión la empatía.

Sin embargo, en mi opinión, el uso del bulo tiene un papel protagonista esencial en el planteamiento sociodiscursivo de la ultraderecha. Tal y como consigna la autora madrileña “la agencia de verificación del Washington Post determinó que hasta 2021 Trump emitió 30.573 afirmaciones falsas.”

Y, atención, dice la sociolingüista: “el efecto de la polarización consiste en relacionar palabras con nuestro estado emocional y no con los hechos. Encajan y confirman la emoción negativa y eso, no su verdad o su falsedad, es lo que les da crédito a esas palabras y provoca difusión y aplauso. Así se propagan los bulos y la desconfianza en las fuentes de conocimiento e información.” y concluye.  Cuanto más intenso sea el estado emocional de la gente y más carga emocional negativa lleven las palabras, cuanto más disparatadas sean menos obligado está el que las dice a dar pruebas o argumentos.” 

La mentira es la clave

Creo que este es, si no el más importante, uno de los párrafos clave del libro, porque nos enfrenta a la gravedad del problema. Dadas y vistas sus características nos encontramos en la tesitura de combatir contra una máquina invencible. Es Alien, el octavo pasajero, la criatura que diseñó el suizo Hans Ruedi Giger y que llegó a nuestro planeta gracias al gran Ridley Scott el mismo año que Margaret Thatcher ganaba las elecciones y daba comienzo la revolución TINA, con el objetivo de derruir el estado del bienestar y en último término, tal y como estamos viendo, las democracias parlamentarias occidentales, para perpetuar el poder y los privilegios de una minoría de oligarcas .

Y se me antoja que la estrategia de comunicación neoliberal autoritaria es invencible porque sus creadores son muy conscientes de cómo funcionan nuestras mentes, educadas en una cosmovisión secular de la que es imposible extraernos y que se encuentran a punto de nieve, convenientemente esponjadas a lo largo de las últimas décadas a través del entretenimiento huero, la proliferación de referentes estúpidos, el enaltecimiento del mediocre y del parásito social, le demonización de los sindicatos y por contra la exaltación de los llamados emprendedores,  la publicidad, la progresiva depauperización del lenguaje y la degradación de la educación. (Maggie estaría orgullosamente satisfecha)

Laura Camargo no profundiza en las causas por las le esté resultando tan sencilla la victoria a la internacional reaccionaria. Lo digo porque no podemos concebir a las personas como seres que, de buenas a primeras, abrimos nuestros corazones y nuestros cerebros como si fuesen un tetrabrik que envasa ese caudal de mensajes a todas luces dañinos en lo más sensible, en la convivencia y en el bien común. Éramos, somos y seremos siempre materia permeable en el tiempo bajo una fina lluvia ideológica invisible que cae permanentemente. Y por el momento no tiene visos de escampar.

Alien invencible

Alien, que yo utilizo como personificación del imaginario sociodiscursivo de la extrema derecha que analiza y disecciona Laura Camargo, ha dado mucho juego metafórico desde su estreno en relación con el capitalismo. Alien es para muchos la representación de la ambición capitalista, que sacrifica vidas humanas y pone en riesgo a la humanidad con tal de conseguir sus objetivos.

También es el parásito que deshumaniza nuestro sistema y explota a las personas para seguir creciendo. Hay quien prefiere verlo como símbolo del expansionismo desbocado que lo destruye todo en aras de su ambición. Los más espirituales ven en el argumento de la película la representación de la tentación humana de jugar a ser Dios, o incluso el relato de la caída de quienes ambicionan el conocimiento.

Yo veo a la criatura como un ente universal que se adosa primero a la identidad humana -el rostro, nuestro más preciado elemento identitario- para después alojarse en su interior, reproducirse y perpetuarse alienándole y finalmente destruyéndole.

Alien es la estrategia discursiva de la extrema derecha que lleva a término un plan invencible, porque no se inmuta ante la defensa a ultranza de los demócratas, consistente en enfrentar la verdad al bulo, la indignación al escándalo, la razón a la emoción, la mesura a la hipérbole, la hipotaxis elaborada a la parataxis simple, la educación a la vulgaridad, la argumentación a la polarización.

En todos y cada uno de estos enfrentamientos Alien vence y además crece y se hace más fuerte porque halla a su víctima propiciatoria, la sociedad, exhausta, vacía de todo valor moral, sometida durante décadas a los dictados del relativismo, de la mediocridad y de la vulgaridad.

El extraterrestre contra el que se enfrenta la tripulación del Nostromo se mueve con gran agilidad entre las tuberías de ventilación, una red vital para el mantenimiento de la vida, del mismo modo que el trumpismo discursivo deambula como pez en el agua en las redes sociales, desde donde ataca sin cuartel y obtiene sus más preciadas presas. Su estructura y su composición bilógica lo convierten en un cazador letal, porque además es completamente amoral, no distingue entre el bien y el mal; de hecho no sabe de su existencia. Sencillamente cumple con su naturaleza destructora.

Si por cualquier eventualidad algo logra herirle, derrama una sustancia altamente corrosiva, pegajosa y espesa, que traspasa capas y capas de acero o de cualquier otro material, por muy resistente que éste sea, de manera que al atacarle se corre un grave riesgo, que es como decir que negarle la existencia es antidemocrático, porque le negamos su derecho a expresarse. Por todo lo cual no hay más opción que su destrucción total.

Pero esa opción no es viable. Alien siempre está, esperando, acechante, en algún lugar del universo, para aprovechar la ocasión de presencia humana.  Es posible que su voracidad, su arrojo y la autoconciencia de su invulnerabilidad le provoque la comisión de algún error, y en ese caso sufrirá una derrota coyuntural que lo obligará a vagar por el universo paciente y expectante, pero nunca será aniquilado.

Esto es algo que debemos tener muy claro, más que nada para obligarnos a permanecer siempre en guardia, a reconfigurar nuestra cosmovisión en la medida que podamos, o como mínimo, adiestrar y proteger nuestras mentes y nuestros corazones con los valores que nos permitan la convivencia en paz, el bien común, la inteligencia, la conservación de la Tierra como lugar habitable y el desarrollo libre de nuestras vidas.

¿Hay soluciones?

Laura Camargo al final de “Trumpismo discursivo” dedica un par de páginas a proponer soluciones contra la estrategia comunicativa de la extrema derecha internacional. Lo primero que nos dice es que no es buena idea imitar su estrategia , es decir, convertirnos nosotros en Alien.

Dice Camargo que es necesario plantear soluciones a futuro sin que parezcan utopías inalcanzables. Decir la verdad y predicar con el ejemplo es otra de sus propuestas, aunque ya hemos visto como la verdad no cotiza, y de hecho, poco ha cotizado nunca en política. Ha llegado un momento que la verdad nos la trae al pairo, porque de lo contrario el trumpismo sociodiscursivo no sería hegemónico.

Desmercantilizar la comunicación es otra de las propuestas, en esta caso viable, pero muy difícil de aplicar, porque priman las audiencias y la facturación en publicidad. La profesora señala que eso es posible si nos convertimos en activistas, “recuperamos el valor de las palabras y de la escucha, evitando reacciones viscerales y veloces que bloquean la reflexión.”  

Continua algunas líneas más con lugares comunes del discurso izquierdista, que hoy son sencillamente demócratas, con los que estoy de acuerdo, pero que sólo aportan algo más de retórica conocida a un problema grave que necesita de una estrategia eficaz y ganadora con la que abordar con garantías a medio plazo el desafío del final de nuestras libertades.

Siendo consciente de que Alien nunca muere, me agarro a esta idea de Marcel Cano: “[Es necesario] repensar la realidad desde nuevos parámetros que vayan más allá del metarrelato que nos impulsa al dominio, la cuantificación y la cosificación del mundo y del ser humano.” Esa es, creo,  la solución de fondo.

Mientras tanto, seamos algo más pragmáticos, porque el enemigo está a las puertas.  Concentremos el voto, reforcemos la educación, renunciemos a la vulgaridad, seamos inteligentes y no colaboremos con la difusión de su mensaje a través de nuestra indignación. Aislemos a sus líderes. Renunciemos al debate con ellos. Huyamos de la política-espectáculo. Construyamos entornos demócratas. Boicoteemos a los medios que promueven sus mensajes. Deslegitimemos su discurso antidemocrático. Asumamos nuestras imperfecciones. Esforcémonos por mejorar.  Seamos ejemplares en nuestros entornos. Premiemos el esfuerzo. Fiscalicemos el parasitismo. Repudiemos referentes negativos. Expresemos nuestra admiración por aquellos que actúan bien y nuestro desprecio por aquellos que actúan mal y, sobre todo, no le riamos las gracias a los estrambotes.

En definitiva, vivamos como ciudadanos conscientes, responsables  y siempre alerta, porque desde Heráclito sabemos que todo cambia, nada permanece,  y no hay nadie o razón alguna que nos garantice que sea para bien.

martes, 29 de julio de 2025

Enésima victoria de la vulgaridad rampante

 



Benito Antonio Martínez Ocasio nació hace 34 años en Puerto Rico. Benito tiene aspecto de tipo duro. Cultiva un gesto macarril, se deja la barba de tres días, se adorna el cuello con cadenas y parece perdonarnos la vida detrás de sus gafas de sol gigantes, tal y como aparecen los camellos y los traficantes de droga de las películas americanas.

Benito es conocido mundialmente como Bad Bunny por sus canciones de reagaton y sus raps. Benito es uno de esos personajes por los que David Broncano y Pablo Motos llegarían a las manos para llevarlos en exclusiva a sus respectivos programas. 

Y no me extraña. Las canciones de Bad Bunny son un compendio de sensibilidad, poesía, ritmo, variedad de colores y de matices, y gran complejidad compositiva que ya forman parte del reservorio cultural de Occidente.

Y si no me creen, para muestra, este botón

Tú ronca' cabrón y tú no vive' así (tú no vive' así)
Tu jeva se pasa pendiente de mí (pendiente de mí)
Me llama pa' darle y le digo que si
Yo soy un hijueputa desde que nací

Tú ronca' cabrón y tú no vive' así (tú no vive' así)
Tu jeva me llama y le digo que sí (le digo que sí)
Yo no voy a cambiar, yo siempre he sido así (sigo a­quí, sigo, sigo a­quí)
Yo soy un hijueputa desde que nací

O este otro:

Te escupo la boca, te jalo el pelo.
Te doy con el bicho y con el lelo en el jet privado,
un polvo en el cielo.
Hoy quiero una puta, una modelo.
Que la azafata te mame el bicho en el cielo.
Lo que e'tirar quiniento' en el putero.
Por eso tu opinión me importa cero”

Impactante. Y que conste todo las ha escrito él solito, sin nadie que le ayude. No me extraña que cause una admiración unánime. Porque Benito es uno de esos seres geniales de los que aparecen cada siglo. Ahora Benito viene a España de gira. No busquen entrada porque están todas agotadas, a pesar de que ofrece ocho conciertos, ocho.

Actuará seis días en el estadio Metropolitano de Madrid, que estará lleno hasta la bandera. Es decir, que tras pagar una media de doscientos cincuenta euros por la entrada, más el viaje que les lleve desde otros lugares de España, más el alojamiento preceptivo donde descansar de tanta emoción, cuatrocientas veinte mil almas (lo escribo en número: 420.000 personas) acudirán al estadio del Atlético de Madrid y corearán a voz en grito, al unísono, en sorprendente aquelarre reguetoniano, letras tan edificantes como por ejemplo “La nueva mama bien, pero no es tu boquita” (sic)

Después de esos seis conciertos, el Estadio Olímpico de Barcelona acogerá otros dos eventos musicales de primerísimo orden, a los que asistirán ciento veinte mil personas (120.000 personas) que no se privaran de cantar, en íntima comunión con si ídolo, letras como “Vamo' a beber, vamo' a fumar, una rola pa' pichar. Tengo un amigo pa' tu amiga que se la quiera tirar”

Es decir, que entre Madrid y Barcelona más de medio millón de personas han decidido prescindir de otras alternativas de ocio o entretenimiento y han priorizado sus gastos en ver cómo se mueve, admirar cómo viste  y escuchar cómo canta y lo que canta el bueno de Benito, que a estas altura, gracias a su genio insólito, habrá atesorado una fortuna que no serían de capaces de conseguir ni en cinco vidas de trabajo que tuviese cada una de las personas que lo van a ver.

Habrá quien intuya al leer este texto que este que lo escribe ya peina canas. Acertará. Y dentro de este numerosísimo grupo habrá quien creerá que debido a mi edad soy incapaz de entender y de valorar en su justa medida los valores artísticos, musicales y culturales de semejante bazofia. A estos les respondo que nada tiene que ver mi edad para emitir mis juicios al respecto. Se trata, sencillamente, del mínimo gusto. Ya ni siquiera de evaluar las riquezas o defectos del producto supuestamente musical en cuestión.

Cuando mi cabello conservaba su color castaño tirando a rubio, el cómico español Fernando Esteso se hizo rico con “La Ramona”, una canción que sonó durante años en en las verbenas de todos los pueblos y de la que se grabó el correspondiente videoclip. El reageton avant la lettre del bueno de Esteso decía cosas como “La ramona es la más gorda de las mozas de mi pueblo, Ramona, te quiero. Tiene un globo por cabeza y no se le ve el pescuezo. Ramona, te quiero. La Ramona es pechugona y tie (tiene) dos cántaros por pecho. Ramona, te quiero” Y así…

“La Ramona” era lo entonces se llamaba un llenaplazas. A la llamada de sus notas sutiles y elegantes las plazas de España entera se atiborraban de gente para bailarla y corearla. Era una de las cancines que había que cantar en el momento álgido de la fiesta y la banda la dejaba para cuando el respetables ya estaba bien cocido. La presencia con La Ramona del bueno de Fernando por aquellos años era obligada en los programas navideños de TVE.

La gran diferencia entre el hit de Esteso y los éxitos de Martínez es que nadie pagaba un duro por ver al bueno de Fernando faja en ristre, boina calada, cayado en mano cantar La Ramona mientras se movía como un neandertal en celo. Por lo demás, esa canción y muchas de las que compone el bueno de Benito surgen del mismo yacimiento de vulgaridad suprema.

En el verano de 1983, cuando empezaba a crecerme una pelusa incipiente sobre los labios, el grupo vasco Las vulpes (del latín Las raposas, o Las zorras), formado  por cuatro mujeres de estética punki, protagonizó una polémica que ocupó páginas enteras de periódicos. El director del programa musical de TVE “La caja de  ritmos”,  a la sazón Carlos Tena,  decidió emitir en horario infantil  una actuación de esta banda, compuesta por Loles (Anarkoma Zorrita), Mamen (Evelyn Zorrita), Begoña (Ruth Zorrita) y Lupe (Pigüy Zorrita). La emisión provocó ni más ni menos que una querella del Fiscal General del Estado. El entonces director de TVE, José María Calviño, defendió al ínclito Tena, pero éste acabó finalmente dimitiendo.

Las cuatro componentes de Las Vulpes pensaron que aquella era una inmejorable oportunidad para dar a conocer su mensaje a la sociedad, su singular y genuina declaración de principios. De modo que sin talento ninguno para tocar el bajo, la guitarra, la batería o cantar, sólo para moverse espasmódicamente como marionetas sin cuerda con aspecto de haber  vomitado, las punkies de Irala cantaron con desparpajo y pasión “Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, antes de acostarme con quien me hable del mañana. Prefiero joder con ejecutivos, que te dan la pasta y luego vas al olvido."

Este era su tema estelar, su obra maestra, que lleva por título “Me gusta ser una zorra” y que ya se ha convertido en icono de aquella época almodovariana,  en la que muchos españoles confundieron la libertad con la vulgaridad, en gran medida auspiciada desde el poder en manos del PSOE. Con todo, según la Wikipedia, la trayectoria de semejante engendro musical no ha sido muy extensa. Dos LP’s y un single de los que no vendieron más de lo que le costó a la productora. Ni mucho menos lo que llegó a ganar Fernado Esteso con La Ramona.

Estos dos ejemplos que he traído al hilo de mi sorpresa mayúscula ante el éxito asombroso del bueno de Benito no tienen otro fin que el de despejar dudas sobre si es mi edad la que provoca un juicio tan severo con su música -o lo que quiera que eso sea.  Es decir, la diferencia generacional con respecto a las gentes que se gastan lo que no tienen en oír y ver a alguien tras un micrófono hablar mal acompañado de un monoritmo no es la causa de mi crítica rotunda y sin paliativos. No, en absoluto.

Porque, insisto, casi seiscientas mil personas jalearán y adorarán en España a ese hombre como a un Dios vivo (nunca nadie había vendido tantas entradas en nuestro país) cuyas canciones – o lo que quiera que sean-  cuentan con más de cien mil millones de reproducciones en la plataforma Spotify (100.000.000.000), que supera los 94 millones de oyentes mensuales y que ha vendido cien millones de discos.

El asunto es desalentador. El caso de Benito Antonio Martínez Ocasio es la enésima victoria de la vulgaridad rampante, y en una sociedad en la que la vulgaridad es tan sumamente poderosa no existe mucho espacio para imaginar un futuro optimista.  Me van a llamar aguafiestas, carca y retrógrado; quizás aburrido; es posible que sieso y algunos hasta beatón, pero si cualquiera que reflexione un poco une un par de tendencias ideológicas a este fenómeno sociológico, verá que la previsión del resultado es pavorosa.

Aun con todo, no me voy a preocupar más de la cuenta por el bueno de Benito. Sólo es un síntoma. Además, él lo tiene todo previsto, atado y bien atado. Dice en una de sus canciones -o lo que quiera que sea-  al carajo con los que me critican.